La gentrificación en el Centro Histórico de Cartagena ha desencadenado una crisis de habitabilidad, donde los residentes se enfrentan a la presión de vender sus propiedades ante la llegada de negocios que no son compatibles con el uso residencial.
Según Miguel Caballero, representante del Colectivo Centro Histórico, muchos de estos inmuebles fueron heredados y sus actuales dueños encuentran cada vez más difícil mantener sus viviendas debido a los altos costos y la invasión de negocios comerciales.
Actualmente, solo el 12% de los habitantes del barrio Getsemaní son residentes permanentes, una cifra que ha disminuido drásticamente en los últimos años.
La problemática de la gentrificación no solo ha desplazado a los residentes, sino que también ha transformado la esencia del barrio. Los pocos habitantes que quedan, como Caballero, luchan por conservar sus viviendas frente a condiciones adversas y la proliferación de negocios orientados al turismo.
Esta situación ha llevado a los residentes a solicitar la intervención del gobierno distrital y de los concejales para crear estímulos que permitan mantener la habitabilidad en la zona.
Un ejemplo de ello es el acuerdo 041 de 2006, que contemplaba condiciones especiales para que las personas pudieran mantener sus hogares como residencias.
El impacto de la gentrificación se extiende más allá de Getsemaní, afectando otros barrios de Cartagena como Torices, Daniel Lemaitre y Canapote. Incluso áreas como Bocagrande y Manga ya han sido completamente comercializadas.
Florencio Ferrer, miembro de la junta de acción comunal de Getsemaní, recordó que en 2005 se presentó un proyecto de acuerdo para la exoneración del impuesto predial a los residentes permanentes, con el fin de mitigar el impacto de la gentrificación.
Sin embargo, el crecimiento del sector empresarial, especialmente en el ámbito turístico y hotelero, ha contrarrestado estos esfuerzos, incrementando el valor de las propiedades y haciendo aún más difícil para los residentes mantener sus hogares.