Muhammed Bhar, un joven de 24 años con síndrome de Down y autismo, vivió sus últimos días sumido en el pánico y el terror en Gaza.
Según su madre, Nabila Bhar, Muhammed no podía comer, beber ni vestirse por sí mismo. Siempre dependió del amor y cuidado de su familia, quienes lo protegían de las amenazas externas, especialmente durante los intensos bombardeos.
La guerra, con sus ruidos ensordecedores y la constante amenaza de la muerte, era una realidad incomprensible y aterradora para él. La familia Bhar, residente del barrio de Shejaiya, fue ordenada a evacuar repetidamente debido a los ataques israelíes, buscando refugio infructuosamente en varias casas de familiares que también fueron bombardeadas.
El 3 de julio, soldados israelíes irrumpieron en la casa de los Bhar acompañados de un perro de combate, utilizado para rastrear a combatientes de Hamás. A pesar de las súplicas de Nabila para que mantuvieran al perro alejado de su hijo discapacitado, el animal atacó a Muhammed, mordiéndole el pecho y el brazo, causando heridas graves.
Los soldados lo llevaron a una habitación separada, prometiendo traer un médico militar. Sin embargo, tras varias horas, la familia fue forzada a abandonar la casa bajo amenaza de armas, dejando a Muhammed atrás. Cuando regresaron una semana después, encontraron su cuerpo sin vida, con signos de que había recibido solo cuidados básicos de primeros auxilios.
La familia Bhar está devastada y exige una investigación sobre la muerte de Muhammed. La imagen de su hijo herido, atacado por el perro y abandonado por los soldados, persigue a Nabila, quien no puede olvidar el horror de aquella noche.
Con los combates aún en curso y el alto número de víctimas, la esperanza de obtener justicia parece lejana. Mientras tanto, la tragedia de Muhammed Bhar se suma a la larga lista de sufrimientos en Gaza, ilustrando el costo humano de un conflicto interminable.
