Diez días después de la masacre de El Salado, donde el Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia mató a más de 100 personas, Carlos Castaño fue entrevistado por Darío Arizmendi en el programa Cara a Cara el 1° de marzo de 2000.
En ese tiempo, las autodefensas se extendían por todo el país y se llevaban a cabo los diálogos de paz de San Vicente del Caguán. La percepción de Castaño como un «colombiano de bien» se propagó, con miedo a que el país se convirtiera en el Chile de Allende.
En otra entrevista realizada el 9 de agosto del mismo año por Claudia Gurisatti de RCN, Castaño seguía justificando las masacres como una ofensiva contra el comunismo.
Un artículo de Andrés Suárez, titulado Los medios de comunicación y los actores armados: ¿condena o reivindicación? , critica la falta de preguntas incisivas sobre la masacre por parte de Arizmendi, lo que generó una sensación de lavado de cara para Castaño.
Además, un reconocido periodista se prestó para ser el escritor fantasma de Mi Confesión , el libro en el que Castaño justificaba las acciones de los paramilitares. Este libro fue popular entre la alta sociedad, similar a cómo fue Cien años de soleda.
Si Castaño se hubiera lanzado a las elecciones de 2002, posiblemente habría sido presidente, evidenciando la aceptación de su figura por parte de un sector de la sociedad.
El miedo al comunismo y la promoción de la guerra fueron factores clave para la elección de Álvaro Uribe en 2002 y para la campaña de Iván Duque contra el tratado de paz.
La manipulación mediática y la justificación de la violencia han contribuido al estallido social y al paro nacional, reflejando la incapacidad de la clase dirigente para reconocer su papel en la crisis actual.
Hoy, la misma gente que nos presento a Castaño como un héroe Paramilitar, están dando catedra sobre moralidad porque les duele la historia detrás de un personaje que usando un sombrero aporto mas al cambio del país, que ellos en 200años.