La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 quedará grabada en la memoria de millones como una de las más espectaculares y emotivas de la historia.
En lugar de los tradicionales métodos, los organizadores optaron por una solución ingeniosa y poética: un arquero, Antonio Rebollo, disparó una flecha que encendió la llama olímpica.
La flecha, diseñada especialmente para la ocasión, llevaba una pequeña mecha encendida en su punta. Con una precisión milimétrica, Rebollo lanzó la flecha que alcanzó su objetivo, desatando una ovación ensordecedora en el estadio.
Este momento, capturado por las cámaras de todo el mundo, se convirtió en un símbolo de la creatividad y la pasión que caracterizaron a estos Juegos.
La imagen del arquero olímpico encendiendo el pebetero con una flecha se ha convertido en un icono del deporte y un referente en la historia de las ceremonias olímpicas.
La sencillez, la belleza y la emoción de este momento lo han convertido en uno de los más recordados y admirados de todos los tiempos.
